sábado, 22 de octubre de 2011

Texto de síntesis

LA ESCUELA DEL SIGLO XXI:

Un reto para los docentes

Las reglas del mundo están cambiando. Es hora de que las reglas de la enseñanza varíen con ella.
Andy Hargreaves
El presente trabajo es el producto de una serie de reflexiones hechas a partir de los aportes teóricos de las lecturas analizadas en el curso “Aprender y Enseñar en la Sociedad del Conocimiento”.  La propuesta metodológica basada en el Método Trascendental y desde la perspectiva de la complejidad, nos permitieron a mis compañeros y a mí, en coordinación con el asesor, reconocer con mayor profundidad la realidad, las implicaciones y los desafíos del nuestro trabajo profesional, mismos que desarrollo a continuación.
Plantear la transformación de la vida en las escuelas, no es una afirmación simplista de las condiciones del sistema educativo, tampoco es producto de una moda para estar en complicidad con el discurso político. Las condiciones actuales de nuestra sociedad ponen en evidencia el colapso de la modernidad, estado de ilusión que por mucho tiempo logró la reconceptualización  del sistema de valores sociales y personales bajo la promesa de lograr el progreso social mediante el desarrollo sistémico del conocimiento científico y tecnológico, y su aplicación racional a la vida económica y social. (Hargreaves, 2005) Esta situación desde luego que tuvo un gran impacto en los sistemas educativos, –estudiantes y profesores-   bajo la premisa de progreso social se convirtieron en un aparato ideológico del estado.
Hoy, queda evidenciado el fracaso de esta etapa, y ante el cambio paradigmático, que niega la existencia de una realidad social cognoscible más allá de los signos del lenguaje, la imagen y el discurso, al cuestionar las certezas teóricas o científicas; ya no es posible hablar de verdad, realidad y de la misma razón como algo absoluto.  Habermas y Turner, proponen que “para eliminar la existencia de la razón, hay que utilizar las herramientas de la razón”(Habermas y Turner, 1991, citado en Hargreaves, 2005). Con estos fundamentos y como promesa de cambio empieza a tomar forma la postmodernidad que reconoce nuevas condiciones sociales y culturales y propone una revolución en las concepciones del sistema educativo y en el papel de la escuela y sus procesos fundamentales.  
Este es el contexto que enmarca la vida cotidiana de nuestras instituciones, por lo que, cuando se vuelve la mirada a la escuela, es inevitable reconocer que un porcentaje alto de las mismas, aún siguen ancladas en los postulados de la modernidad; la gestión escolar y la gestión pedagógica se caracterizan por el trabajo individual, los grupos de alumnos están perfectamente delimitados y separados por niveles, las escuelas son invadidas por altas cargas burocráticas, la misma estructura del sistema educativo es rígida y anquilosada, las prácticas pedagógicas siguen centradas en la idea del conocimiento como actividad simple, instalada en el conceptualismo y la docencia expositiva más tradicional, (Kohn, 1986; Astin, 1993, citados en López Calva) el trabajo se desarrolla bajo tiempos establecidos para cada disciplina, que deben respetarse en apego a un cierto horario.
Al analizar estas características, se pone de manifiesto el carácter anacrónico de la escolarización, enfatizando la crisis de la educación para hacer frente a los desafíos de la sociedad contemporánea que a todas luces exige un cambio al sistema educativo.
Desde este escenario, buscar el cambio, se antoja una tarea compleja, y ciertamente lo es, “todo cambio real  implica pérdida, ansiedad y lucha”. (Fullan & Stiegelbauer, 2011). Los últimos 10 años de mi vida profesional, el desempeño de mis funciones como Apoyo Técnico Pedagógico, me han permitido situarme en un plano muy cercano a los docentes, donde hemos podido vivir con ellos esta incertidumbre ante el discurso del cambio, que bien plantea Fullan (2011), ya no se sabe si se debe confiar en el cambio educativo en razón de quien es el beneficiario, o con motivo de su solidez técnica. Me parece que en esta última Reforma (RIEB 2009), no ha habido ni lo uno, ni lo otro, pues no hay una claridad sobre que se espera hoy de la educación.  Esta situación de incertidumbre  ha generado, entre otras, dos reacciones importantes: hay docentes que han tenido un impulso conservador, han reaccionado ante los nuevos planteamientos con una base integrada de una realidad conocida y confiable, (Morris 1975, citado en Fullan, 2011) es decir, el imprinting[1] no se ha hecho esperar, obteniendo por parte del docente un híbrido al que le otorga un significado personal,  lo que representa para él seguridad para dominar algo nuevo y que difícilmente está dispuesto a abandonar; la otra reacción, es la adopción de un vocabulario nuevo, como complacencia a la demanda de la autoridad, sin que en el aula se manifieste el más mínimo cambio tangible en la práctica docente.
Ha sido difícil luchar por la transformación en las escuelas, y es que bien lo afirma Morris, El cambio “no puede asimilarse a menos que se comparta su significado”.  
En este sentido, creo que la propuesta de Pensamiento Complejo representa una oportunidad para construir este significado o, para cuestionarlo, si es necesario; por lo que tiene que ser aplicada no únicamente en los procesos que viven los alumnos con sus maestros en el aula, es necesario que el docente lo viva también en sus modelos de formación continua, considerando que un profesional de la educación no puede, ni debe quedarse con su formación inicial; Perrenoud en una conferencia dictada en la Universidad de Ginebra, afirma que en los docentes hay niveles de experiencia, producto de los años de práctica, por lo que el docente debe ser capaz de evolucionar y llegar a ser un profesionista reflexivo, abierto a la cooperación y a la formación continua.  
Sin embargo, parece que las instancias responsables de la formación continua de los docentes, no se dan cuenta de la realidad cultural llena de hábitos arraigados del maestro y pretenden mejorarlo con una serie de programas y reformas que solo atienden los síntomas.
Las escuelas como están diseñadas actualmente no son factores de cambio cultural y social, sino todo lo contrario, son fábricas que perpetúan y replican los hábitos, patrones y segregaciones sociales y culturales de las familias y sus comunidades. Pretender cambiar a la sociedad desde la trinchera de la escuela con los exiguos instrumentos de política educativa con que cuentan los colectivos escolares, es tan ilusorio como inocente por parte de quienes así lo piensan (Andere Martínez, 2011).
Mientras el Sistema Educativo quiera seguir viviendo en un nivel de utopía, seguirá entrampado en el problema del error y la ilusión, donde “el mayor error es subestimar el problema del error; y la mayor ilusión es subestimar el problema de la ilusión” (Morín, 1999)
Esta debilidad nos ha llevado a reproducir modelos plagados de errores basados en  “verdades absolutas”, que de manera simplista les ensañamos a los estudiantes en las aulas de las escuelas; la estructura de los Programas de estudio –cuando menos en educación básica-, está diseñada para reproducir una serie de paradigmas oficiales establecidos desde la subjetividad de quienes elaboran este diseño curricular, en lugar de ser una propuesta de hechos dignos de ser analizados y cuestionados desde la complejidad.
En este sentido se percibe ausente del acto educativo una propuesta de racionalidad crítica que permita a los estudiantes vivir procesos de discusión sobre los errores e ilusiones de las creencias, doctrinas y teorías contenidas en los programas de estudio. Aunque, para que este hecho sea posible, es importante destacar el papel que juegan los profesores como generadores de procesos de racionalidad o de racionalización, sin olvidar que ellos mismos son sujetos del imprinting[2] cultural, por lo que, insisto, son los primeros que tendrían que entrar en esta dinámica del pensamiento complejo, y tener presente que en la terea educativa no únicamente son los programas los que entran en juego, sino es importante considerar las condiciones bioantropológicas de los estudiantes, las condiciones socioculturales y noológicas que en su conjunto permitirían verdaderos análisis sobre el conocimiento humano.
Este recorrido por diversos elementos que integran el reto educativo, pone en evidencia la necesidad urgente de entender que vivimos un cambio paradigmático, que precisa redireccionar nuestras concepciones y nuestros desempeños profesionales, producto de una reforma de pensamiento que nos permita proponer un aprendizaje complejo. Ni los docentes, ni los alumnos lograremos la integración de competencias para la vida si no incorporamos en nuestros análisis elementos del contexto para dar sentido a la información, y reconocemos la dinámica inter-retractiva u organizacional que se da entre lo contextual y lo global, así como lo multidimensional del ser humano y de la sociedad que los transforma en unidades complejas,  obligándonos a entender que subyace a esta situación un tejido interdependiente, interactivo e inter-retroactivo entre el objeto de conocimiento y su contexto. Por lo que debemos entender a la complejidad como la unión entre la unidad y la multiplicidad. (Lonergan, citado en López Calva)
Cada uno de los elementos citados son importantes en el diseño de las estrategias de aprendizaje que los docentes planteemos a los estudiantes, sean éstos alumnos de educación básica, media o superior, son elementos que si bien tienen  que ver con las reformas, tienen mayor impacto en la deconstrucción de viejos paradigmas del acto educativo, esto si queremos evitar que se cumpla el hecho:  “La educación es aquello que sobrevive cuando lo aprendido se ha olvidado” (Skinner, 1964, citado en Andere, 2011)
Una vez consideradas cada una de las condiciones anteriores para el diseño de situaciones didácticas, es necesario tener cuidado de los momentos que se suscitarán en los grupos para asegurar que no únicamente generaremos conocimiento, sino logremos una comprensión reflexiva que nos conduzca a un juicio. Para garantizarlo es importante entender que el acto de conocer tiene que ver con abandonar una concepción simplificadora para lograr una visión compleja del conocimiento, reconociendo la condición bihemisférica[3] del cerebro humano y triúnica[4], una serie de ideas que rigen la dinámica del mundo y que muchas de ellas se han dogmatizado; con estos elementos, a través  del Método Trascendental, se da lugar a una serie de procesos mentales para lograr la construcción del conocimiento: La experiencia sensible, que reconoce los datos de la realidad que se va a estudiar, Inteligencia-idea, momento ideal para cuestionar, imaginar, comprender, concebir, el fenómeno en estudio, Reflexión-juicio, es el momento para reflexionar sobre la información obtenida, buscar más información, investigar, argumentar, juzgar. Es importante entender que no se puede llegar al juicio, si no se han agotado las condiciones del objeto de estudio, o si hay preguntas sin respuesta. Dentro de esta propuesta, es vital identificar la importancia del proceso vivido en cada uno de los momentos y valorar que definitivamente nos aleja de la concepción simplificadora del mismo, una propuesta de esta naturaleza, nos garantiza la formación para la vida en nuestros alumnos.
He dejado al final el tema de las TIC, no porque sea menos importante, de hecho es gracias a su aparición el que tengan que acelerarse los cambios para insertarse a la Sociedad de la Información y transformar los sistemas educativos para incorporase lo más pronto posible a la Sociedad del Conocimiento. Lo he dejado al final por considerar prioritarios los paradigmas que antes han de ser revolucionados, que tiene que ver con la enseñanza, el aprendizaje y el mismo conocimiento; para evitar que suceda lo que advierte Robert Mertón, el desplazamiento de las metas por la fascinación de los medios (Hargreaves, 2005).
En este aspecto, considero que representa para nosotros un área de oportunidad, pues en cuestiones de propuestas tecnopedagógicas, aún hay mucho por investigar, diseñar y proponer. Este curso, al que considero muy oportuno, me ha dado las herramientas básicas para no perder de vista el sentido de la educación y con seguridad entrar a la exploración del mundo de la tecnología.
 Parafraseando a López Calva, cierro este trabajo con una sabia frase “No hay mejor práctica que aquella basada en una buena teoría”

Bibliografía
Andere Martínez, E. (2011). La Cultura del Aprendizaje: Hogar y Escuela del Siglo XXI (Primera ed.). México: eduardoandere.org.
Fullan, M. G., & Stiegelbauer, S. (2011). El cambio educativo. Guía de planeación para maestros. (M. E. Moreno Canalejas, Trad.) México: Trillas.
Hargreaves, A. (2005). Profesorado, Cultura y Postmodernidad: Cambian los tiempos, cambia el profesorado. España: Morata.
López Calva, M. (s.f.). Complejidad del conocimiento en y de la Educación: Un paso fundamental para acrtar distancias. Resumen. Universidad Iberoamericana Puebla-México.
Morín, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. (M. Vellejo.Gómez, Trad.) Francia: UNESCO.


[1] Konard Lorentz, define el imprinting cultural como aquello que marca a los humanos desde su nacimiento, primero con el sello de una cultura familiar, luego con el del escolar, y después con la Universidad o en el desempeño profesional.
[2] Konard Lorentz . “El imprinting cultural marca a los humanos desde su nacimiento, primero con el sello de la cultura familiar, luego con el del escolar, y después con la universidad o en el desempeño profesional”.
[3] Condición que hace posible la articulación tanto de los procesos lógicos como los creativos y de intuición.
[4] La interacción entre procesos de razón, emoción y pulsión

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